Desde siempre he sentido interés por la tradición oriental, especialmente, por la japonesa.
Un concepto clave dentro del pensamiento en Oriente es el del vacío. A diferencia de Occidente que ve en él la nada, aquí tiene un papel activo, es un elemento transformador por el que todos los elementos del Universo adquieren su plenitud.
Es en la pintura donde el vacío quizá se presente de forma más explícita. En China, considerada una práctica sagrada, el paisaje constituye uno de sus temas centrales, el cual, no puede comprenderse sin la noción de vacío; los espacios no pintados, así como la nube y el valle nos remiten a él; y la propia pincelada es una y múltiple, como el vacío.
Por otro lado, esta predilección por el imaginario de Oriente también ha influido en el acercamiento que he tenido al trabajo de autores como Chillida y Oteiza ya que tanto sus reflexiones como su obra están teñidos por el mismo, cuestionándose acerca de los conceptos de vacío, espacio, tiempo, …
Así, en O desarrollo un corpus inspirado en la visión oriental del vacío para hablar de los temas que aparecen de forma transversal en todos mis trabajos: paso del tiempo, infancia perdida, muerte, espiritualidad, origen/carácter primigenio, etc.